ROMANCE DE LA PORCIÓN DEL POBRE

Gritos, juegos, algarabía
de chiquillos barulleros
Algarabía de niños
sanos de alma y cuerpo…
tal es el ruido que, en casa
de los Garrigou, los ecos
repiten día tras día…

Mauricio y sus compañeros
corren, juegan, se divierten,
y, en acabando el juego
¡qué bien sabe la merienda!...
Y aunque fuese pan moreno
Igual sería riquísimo
para los chicos hambrientos,
pero hay también golosinas,
más, ¡alerta! que primero
“La porción del pobrecito
hay que cortar”.

En silencio
Mauricio, con gran trabajo
rebana la torta…
¡Es serio
cortar la ración del pobre…!
Debe hacerse bien hecho;
que sea un trozo abundante
Y cortadito parejo,

Y si es posible también
Con muchas pasas por dentro…
¡Dulzura de aquellas tortas!
Si se las comía un chicuelo,
Regalo del paladar
Y si las probaba un viejo
Dulzura del corazón
Tan dolorido y maltrecho…

¡La porción del pobrecito!
¿Oh poder del buen ejemplo!
¿lo ves mamá Catalina
Tu que enseñaste al pequeño
A que no fuera mezquino

De sus meriendas?

El tiempo
trocó en Ministro de Cristo
al chiquitín gordezuelo.
Las manos que, con trabajo
tantas tortas dividieron,
ya son manos consagradas…

Pero en perenne recuerdo
de las golosas meriendas
repiten el mismo gesto…
Mauricio ignora el olvido
y así, constante le vemos
hacer “la porción del pobre”
y lo toma en serio,
que da sin tasa, y es casi,
caritativo en exceso.

¿Oye mamá Catalina,
recuérdaselo en el cielo…!